
Fortaleza de la Mota
– En la comarca de la Sierra Sur de Jaén –
Alcalá la Real, situada en el extremo suroccidental de la provincia de Jaén y enclavada en las Sierras Subbéticas Orientales, tiene una posición privilegiada de transición entre las provincias de Jaén, Córdoba y Granada.
Desde el cerro de la Mota, la “montaña de Andalucía”, como se la llamó en tiempos de los Reyes Católicos, hay una amplia perspectiva sobre territorio granadino y no es de extrañar el esfuerzo tanto del reino nazarí para mantener esta avanzada posición estratégica como el intento permanente de su conquista por parte de los reyes castellanos para debilitar el poder árabe de Granada.
En la impresionante fortaleza de la Mota, apoyada por un cinturón de atalayas distribuidas por el territorio, se ubicó no sólo uno de los más complejos sistemas defensivos de al-Ándalus, sino también una modélica ciudad musulmana con alcazaba, zona residencial y área comercial, completada con un recinto exterior.

El conjunto data de la segunda mitad del siglo XIII y es obra nazarí, aunque aprovechó fortificaciones anteriores.
Alcalá la Real, en la Edad Media, se vertebraba en tres recintos fortificados típicos de la ciudad musulmana, la alcazaba que corona el cerro donde se ubicaba la ciudad, el alcázar y un recinto exterior que abraza el resto del caserío.
En el lugar más elevado de la Mota se encuentra la alcazaba donde se concentraban los elementos más significativos de la estructura defensiva dando lugar a una zona estrictamente militar.
La torre del Homenaje, el auténtico bastión del recinto militar, tiene forma prismática con una altura de veinte metros y un solo piso rematado por almenas, mientras en su parte baja acogió un aljibe. Su origen es árabe y se remonta a las épocas califal y almohade. Su entrada se realiza a través de un pasadizo abovedado en acodo, en el que el ladrillo alterna con la mampostería y la sillería, por un majestuoso acceso formado con arcos de herradura dobles, con forma apuntada los superiores.
El recinto triangular del alcázar está integrado por un patio de armas conformado en cada uno de sus ángulos por la torre Mocha, la torre de la Vela y la torre del Homenaje, y también disponía de un aljibe. En el lado noroeste, junto a la torre Mocha, aunque en un lugar más bajo, se encuentra la torre del Pozo que garantizaba el agua por una mina subterránea.
La torre de la Vela, situada en la cota más elevada de la fortaleza aunque de dimensiones más reducidas que las de la torre del Homenaje, a la que le une un corredor con parapeto que discurre por el lienzo de murallas, debe su nombre a que en ella, una vez conquistada por los cristianos, se instaló una campana para avisar del peligro de incursiones enemigas. Actualmente su interior se ha habilitado como museo arqueológico y dispone de una colección numismática.
La fortaleza de la Mota se reforzó a intervalos por torreones de mampostería circulares y cuadrados y conserva en algunos tramos el camino de ronda. Torres como las del Homenaje, de la Cárcel y de la Vela, cuentan con estancias rectangulares, cubiertas por magníficas bóvedas esquifadas y de paños sobre trompas.
A la alcazaba se accedía por la torre-puerta de la Imagen, que debe su nombre a que presenta una hornacina donde estuvo la imagen de Santa María. Dispone de entrada en acodo y un arco ojival, impresionante por sus proporciones. La puerta del Peso de la Harina, situada bajo la torre del Gabán, con arco de herradura apuntado, garantizaba el acceso al recinto militar en su parte más elevada.
La fortaleza militar acoge, en el lado sudeste, un bello edificio, la iglesia Mayor Abacial, construida entre la primera mitad del siglo XVI y el primer tercio del siglo XVII, en la que se dan cita cánones estilísticos que van desde el plateresco de los pies del templo, hasta el manierismo del cuerpo de la iglesia y de la portada, pasando por el clasicismo renacentista de la cabecera.
En una de las zonas más elevadas, en el extremo norte, se encuentran cuevas naturales que fueron utilizadas como almacenes, bodegas y lagares, no sólo por los árabes y cristianos, sino también en épocas anteriores ibéricas y romanas, e incluso, a través de una de estas cuevas, se abre un pasadizo que comunica con la torre del Homenaje.
El complejo militar fue tempranamente levantado por los clanes árabes de los Banu Yahsub y los Banu Sa’id que, desde el siglo VIII, se instalaron en esta ciudad manteniendo tensas relaciones con Castillo de Locubín que estaba bajo influencia del reyezuelo árabe de Baeza.
En la alta Edad Media fue nombrada como Qal’at Astalir y Qal’at Yahsub, sin embargo al alterarse la hegemonía del clan dominante, cambió su nombre por el de Qal’at Banu Sa’id, recogido en las crónicas cristianas como Alcalá Benzayde.
El dominio de los Sa’id, protectores de poetas, literatos, geógrafos e historiadores, fue particularmente brillante en la historia de Alcalá. Así, el poeta Hiyari fue el iniciador de una de las obras cumbres de la historia, la geografía y la literatura de al-Ándalus, “el Magrib”, que formaba parte de una obra más amplia, el Libros de la Esfera de la Literatura.
La Mota era el último gran baluarte defensivo antes de acceder a Granada, desde Jaén y Córdoba, por lo que su conquista no fue fácil para Castilla. En 1213, por primera vez, Alfonso VIII la tomó a los almohades. Tras la conquista cristiana de principios del siglo XIII, la preciada fortaleza de la Mota, volvió a caer en poder árabe hasta que, en 1341 definitivamente la hizo capitular Alfonso XI.
Alfonso XI mandó arrasar la mezquita mayor y levantar en su solar la primera iglesia Abacial, de estilo gótico-mudéjar, con territorio independiente y patronato regio, aconsejado por el arzobispo de Toledo, don Gil de Albornoz. Juan II la ascendió de villa al rango de ciudad y Enrique IV, agradeciéndole los servicios prestados cuando se rebeló la nobleza, le concedió el título de “muy noble y leal ciudad”. En vísperas de la conquista de Granada, los Reyes Católicos declararon a Alcalá la Real “ciudad muy noble y muy leal, llave, guardia y defendimiento de los Reyes de Castilla”.
Si bien desde el punto de vista cultural, la alcazaba alcanzó su mayor esplendor en el siglo XIII, coincidiendo con el período nazarí, su importancia política y militar se incrementó en la época final de la reconquista, en la segunda mitad del siglo XV, especialmente en los doce años que duró la guerra de los Reyes Católicos para tomar Granada en la que, en numerosas ocasiones, don Fernando y doña Isabel pernoctaron en Alcalá la Real e incluso nombraron alcaide de la ciudad a su capitán general, el conde de Tendilla.
En el siglo XVI, se construiría parte de la nueva y emblemática iglesia Mayor y frente a la portada principal de la iglesia el primer palacio abacial. El declive del complejo urbano de la Mota se inició en el siglo XVIII, con la puesta en marcha de un programa de urbanización y repoblación de los llanos de Alcalá la Real, acompañado de la construcción de conventos, iglesias, servicios y centros comerciales que precipitaron el despoblamiento del viejo recinto medieval. La ruina se precipitó en 1812 cuando las tropas de ocupación napoleónicas incendiaron el conjunto en su retirada.
En 1931 la Mota, con su fortaleza y la iglesia abacial, fue declarada Monumento Nacional y, en 1967, Alcalá la Real fue declarada Conjunto Histórico Artístico.
